A veces las cosas no salen como esperabas (Parte II)

Por la tarde, en ausencia de la matrona del hospital, debes seguir intentando ponerte al bebé al pecho como ella te ha indicado por la mañana. El personal sanitario del turno de tarde intenta ayudarte, pero sus indicaciones, aunque son de buena fe, parecen contradictorias con lo que la matrona te ha dicho por la mañana. Piensas en las innumerables horas que quedan hasta el día siguiente para que ella vuelva para ayudarte, por lo que deberás combinar tú sola el seguir intentando que el bebé se coja a tu pecho con el suplemento de leche artificial con la técnica del dedo-jeringa. Sientes que el mundo se te cae encima…

Entonces, recuerdas que durante el embarazo encontraste en internet una asociación que se llama La Mama d’Elx que apoya a las madres que quieren dar pecho, y además en la cartilla de recién nacido que te han dado hay una etiqueta suya con algunos teléfonos de contacto. No te lo piensas dos veces: llamas a uno de los números. Si nadie dentro del hospital te puede ayudar buscarás ayuda donde sea desde tu cama del hospital. Una mujer contesta, y te desahogas con ella. No te ves capaz de salir adelante tú sola. Necesitas ayuda. Ella te debe escuchar tan desesperada que te da el teléfono de una matrona, que será la otra bendita persona que se convertirá en tu apoyo en tu camino hacia una lactancia exitosa.

A pesar de la distancia física, las palabras de la matrona al teléfono te empoderan: “eres madre, y tu bebé ha nacido, pero ni tú te crees que eres madre ni tu bebé se ha dado cuenta de que ya está contigo, que ha nacido. Haced mucho piel con piel, debéis conoceros el uno al otro. El resto del mundo puede esperar.”

Tú, que eres una cabezota de libro, aunque deberías estar cansada por el parto y por casi no haber dormido, no sabes de donde lo sacas, pero tienes fuerza y determinación, así que sigues sus consejos a rajatabla tarde y noche. Pasa otro día más, la matrona de planta del hospital regresa y volvéis a la carga con las acciones para que el bebé se coja, pero pasan las horas y no dan frutos. Llega la temida noche y te vuelves a ver sola, pero sigues con fuerzas. Llevas ya dos noches casi sin dormir ni comer y no sabes cómo te mantienes en pie, pero ahí sigues. Lloras por cualquier cosa. Sientes que no eres capaz de dominar tus emociones. Llega el mediodía del viernes, el fin de semana estarás sola, así que la matrona del hospital quema su último cartucho: empiezas a probar con pezoneras. No sabías ni que existían, pero se convertirán en tus aliadas. Buscas más apoyo: otra mamá que conociste durante el embarazo también da pecho a su hijo y se ofrece a visitarte en el hospital. Te da apoyo, te ayuda con el agarre del bebé.

Pero la tarde del viernes empiezas a flaquear, no te ves capaz de conseguirlo. Si vuelves a casa sin conseguir que el bebé se agarre al pecho te ves claudicando y dándole biberón. No sientes que vayas a tener apoyo en tu entorno. Así que, en medio de tu desesperación, ya de noche, vuelves a llamar al teléfono que te dieron de esa bendita matrona que es capaz de darte fuerza desde el otro lado del teléfono. Y con su ayuda consigues utilizar las pezoneras con éxito.

Es ya de madrugada y… se hace la magia: el bebé se coge al pecho y no lo rechaza, comienza a succionar. Y tú te sientes la mujer más feliz del mundo. No puedes dejar de llorar. Lo has conseguido.

El papá despierta y se lo cuentas, emocionada. Coge al bebé y regurgita leche sobre él, jajajajajaja. Confirmado: el bebé ha tomado de tu leche. Eres feliz, inmensamente feliz. Empiezas, por fin, a disfrutar de la maternidad, de tu maternidad. Qué importa que los demás te vean como una loca que ha pasado dos días con el pecho al descubierto y celando a su bebé para que nadie se lo quitara más de lo estrictamente necesario: has conseguido tu objetivo y ya nada de eso te importa.

Así que te dan el alta al día siguiente y te vas a casa con lactancia materna con pezoneras y alguna que otra grieta porque el agarre con pezoneras no es perfecto, pero seguirás trabajando para quitarlas y sabes dónde encontrar apoyo y asesoramiento. Acudes a talleres de lactancia con matrona, conoces a otras mamás que dan pecho, … y así, poco a poco, superas las dificultades iniciales y consigues una lactancia materna exclusiva sin pezoneras que continuará hasta que tu bebé y tú queráis.

Anónimo.


¿Sabías qué?

Existen muchos grupos de apoyo a la lactancia materna a lo largo de todo el territorio español. En esta página de la IHAN (Iniciativa para la humanización de la asistencia al nacimiento y la lactancia) puedes encontrar los datos de contacto de todos estos grupos clasificados por provincia.

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