Hoy os traemos al blog una nueva historia de lactancia de una de nuestras socias, con mucha fuerza y que nos muestra también la importancia de la pareja en la lactancia.
Después de pasar un embarazo maravilloso, el 14 de julio de este año 2024 nació nuestra pequeña Uxue. Su agarre fue espontáneo casi en el mismo paritorio y fue maravilloso verla iniciar ese momento, casi entre lágrimas junto a mi pareja (quien es otro gran protagonista de esta historia).
Subimos a la habitación con la pequeña ya mamando. Felices. Sin embargo con el paso de las horas, aunque el agarre según todas/os profesionales y sin existir ningún otro problema aparentemente, yo lloraba y rabiaba de dolor. Al nacer domingo y ademá por la tarde noche, no teníamos matrona en planta, por lo que hasta la próxima mañana no tendría ayuda.
Sobreviví esa primera noche entre lágrimas, timbrazos a enfermería y sobre todo, muchísimo apoyo de Aimar, el súper papi de mi historia.
A la mañana siguiente, sin haber dormido por la emoción del parto y por estar ambos alerta de todo lo que sucedía, por fin llegó la matrona de planta, Paloma (a quien también agradezco muchísimo su ayuda). Revisó agarre, boquita de la pequeña y posturas y fue esto último lo único que hizo falta cambiar. Me acostó de lado y colocó a la pequeña a mi lado y volvió a suceder la magia. Pero no duró mucho, porque la magia sólo ocurría en un pecho, el otro era invisible. Incluso durante unos segundos, la vi tener arcadas al ofrecérselo y ella engancharse. Ahí comenzó a rechazarlo. Me tuve que resignar y ofrecer un biberón una noche cuando las horas pasaban muertas, mi niña no comía y nadie me ayudaba porque volvía a no estar la matrona.
Los días venideros en el hospital fueron muy bien a pesar de todo lo sucedido, el dolor ante los primeros contactos de la lactancia iban desapareciendo, el pecho que rechazaba a veces lo cogía y yo volvía a casa tranquila, con información y algún que otro recurso extra, por si acaso.
Y en casa, de nuevo, llanto y dolor. En casa volvía a doler. Y a ese dolor se le sumaban los primeros días posparto en casa, sin ayuda de profesionales. Entonces, a mi pareja se le ocurrió una idea. ¿Por qué no probar unas pezoneras? Y aunque tardé días, así lo hice. Recuerdo todas esas tardes, antes de usarlas… llorando en brazos de mi pareja mientras mi bebé comía y yo solamente sollozaba: «odio dar el pecho, no me gusta» porque no veía el paso del tiempo sin hacer nada que no fuese dar el pecho.
Me dolía la espalda, estaba cansada, la episiotomia no me dejaba sentarme y todo me hacía llorar. Si no hubiera sido porque mi pareja estaba implicada, se informaba y me consolaba, seguramente habría abandonado.
A los días acudí a una consulta de lactancia en el hospital con la matrona que me había ayudado tanto. Le expliqué que había decidido usar pezoneras y con mucho cariño, me dijo: «Cuando estés preparada, las quitarás. Mientras, disfruta de no tener dolor» además, vi por primera vez que mi bebé había cogido peso gracias a mi leche. Ahí me empoderé. La sonrisa de mi pareja al salir de la consulta jamás la olvidaré: «Lo estás haciendo genial súper mami» y es gracias a él que salgo muchas veces del bucle de sentirme mala madre cuando algo no sale bien. Es él quien quiere que vayamos a los talleres de lactancia, quien está día a día pendiente de cada detalle, de cada postura que cojo para amamantar, de que no falte nunca agua en el salón o algo rico en la cocina para que siempre me apetezca picar algo.
Un mes y medio después, seguimos usando pezoneras pero también hemos empezado a tener agarres al pecho sin dolor. No todos los días, no en todas las tomas, pero los hemos conseguido. Cuando sucede, disfruto y cuando no, simplemente respiro y vuelvo a colocar la pezonera y disfruto también de mi lactancia, porque es la que nos funciona bien en casa.
Huelga decir que, esta tribu, también ha sido mi apoyo. Nunca me ha faltado una mamá compañera leyéndome y dando fuerza, apoyo y consejos cuando he acudido a ellas.
Qué importante es estar acompañada en todas las etapas. Qué importante es tener un compañero de vida implicado en cada cosa nueva que nos va surgiendo en esta aventura.
A todas las mamás: no dudéis en pedir ayuda, en luchar por vuestra lactancia si es lo que deseáis. Apoyaos en vuestro circulo, haced cueva en casa. Informaos y tened el poder de decidir con conocimiento. Vuestras decisiones, siempre serán las mejores para vuestros bebés. Usad aquellos que os funcione y como dice una gran matrona: «Y para todo lo demás pon cara de seta»
Os abrazo a todas