Hoy traemos al blog de nuevo una historia de lactancia con una fuerte separación al nacer, que bien pudo haber supuesto el fracaso de la lactancia de una madre que deseaba dar pecho, pero con apoyo, información adecuada y perseverancia esta lactancia materna salió adelante, y hoy continúa haciendo felices a la mamá y a su bebé. Es impactante. Os dejamos con ella.
«Mi embarazo fue normal hasta la semana 28 en la que me ingresaron por amenaza de parto prematuro, tenía contracciones muy frecuentes y el cuello del útero algo más corto de lo normal. Después de un mes y medio, por fin llegaba a la semana 35 y por protocolo me daban el alta. Me decían que podría tardar en ponerme de parto días o semanas. Menos de 24 horas después ya estaba de nuevo en el hospital.
Cuando nació mi bebé solo pude verlo de refilón, ni le vi la cara, escuché un llanto flojito y en seguida se lo llevaron a otra sala para hacerle un reconocimiento por ser prematuro. Me dijeron que en un rato me lo llevarían a la habitación, pero no fue así. Después de un par de horas la pediatra me dijo que lo tenían que derivar a otro hospital porque había tenido un problema y allí no tenían UCIN. Así que no pudimos hacer piel con piel ni lo pude tener en brazos ni un momento; me vi en la cama con la barriga vacía y los brazos también, y el mundo se me cayó encima.
El “problema” del que hablaba la pediatra era que habían probado a darle un biberón, se atragantó, dejó de respirar y tuvieron que reanimarlo. A día de hoy aún me pregunto por qué le dieron ese biberón.
Esa tarde dije en varias ocasiones a las matronas que quería darle pecho, pregunté qué tenía que hacer porque me sentía muy perdida. Durante el embarazo me había estado informando un poco sobre la lactancia y sabía que las primeras horas y los primeros días eran muy importantes, pero en esos momentos, después de muchas horas de parto y con el impacto de ver que se llevaban a mi bebé, no podía pensar con claridad y no sabía qué tenía que hacer. Me dijeron que descansara, así que al día siguiente volví a decirlo, y ya me indicaron que me tenía que estimular con sacaleches cada 2-3 horas. Ese fue el inicio de mi lactancia, usando el sacaleches en la misma habitación donde había estado todo el mes y medio anterior. En algunas ocasiones conseguí algo de calostro, que le llevaba mi marido al otro hospital y se lo daban a mi bebé.
Después de dos días me dieron el alta y por fin pude encontrarme con mi hijo en la UCIN donde estaba ingresado. Allí empecé a ponérmelo al pecho y hacer piel con piel. El niño era muy pequeñito y estaba muy adormilado; la primera vez no abrió la boca, la segunda vez succionó un par de veces muy muy flojito, luego se dormía. Y así cada 3 horas, lo ponía al pecho, succionaba un poquito, se dormía… y ya me decían las enfermeras que había que darle el bibe, que no podía pasar más tiempo sin comer.
Salimos de la UCIN al cuarto día de nacer, con indicación del pediatra de suplementar con fórmula porque aún no me había subido la leche ni se llegaba a enganchar prácticamente nada.
¡¡Llegamos a casa!! Venga, corriendo a comprar leche de fórmula y un bibe. Primera toma en casa, succiona un poquito, se duerme y no hay manera de que siga succionando, le damos el bibe con fórmula. Un rato después de nuevo al pecho y SE HIZO LA MAGIA: el bebé succiona un poquito, descansa, succiona de nuevo, descansa, succiona… y ya no quiso el bibe de después. Sentí que se quedaba saciado y, aunque ese día preparamos un par de bibes más, ya no los quiso ni probar. Ese día me subió la leche y a partir de ahí fue teta, teta y más teta.
Conté con el apoyo de mi marido que se encargaba de todo para que yo “solo” tuviera que ocuparme de estar con el niño encima. Y es que pensaba recuperar las horas perdidas de los primeros días, no me iba a separar de mi bebé ni un minuto.
Fueron pasando los días y el niño cogía peso estupendamente, no sentí dolor en ningún momento, me valoraron el agarre… así que, aunque era muy pequeñito y succionaba haciendo muchos descansos, todo iba bien.
Después de esos inicios, hemos tenido algunas dificultades, pero con información y paciencia las hemos superado. Unos meses tuvo reflujo y el nene se ponía fatal con cada toma, durante un tiempo se atragantaba constantemente, luego estuvo un tiempo que hacía chasquidos al mamar… No todo ha sido un camino de rosas, pero puedo decir que para mí la lactancia está siendo de las mejores cosas que he hecho en mi vida.
Antes de dar a luz no tenía una idea previa de cómo sería dar el pecho ni pensaba que se podría convertir en algo tan gratificante para mí, simplemente pensaba que era el mejor alimento para mi bebé. Ahora me siento inmensamente afortunada de haber conseguido una lactancia feliz, hemos creado un vínculo precioso. Mi niño tiene 8 meses, es feliz con su teti y yo aún más de verlo a él. Cuando a mitad de toma se suelta y me enseña esa sonrisita con esos dientecillos que empiezan a asomar el corazón me explota de amor.
Por suerte, mi historia de lactancia ha salido adelante, pero sé que con un inicio así podría haberse truncado. Ojalá hubiera conocido antes a La Mama d’Elx, ojalá hubiera conocido antes a más mamás lactantes y ojalá me hubiera informado más antes de dar a luz. Pienso que la información y la tribu pueden salvar muchas lactancias y ayudar mucho a la crianza en general.
Escribo mi historia para animar a futuras mamás, para que vean que a pesar de inicios complicados sí se puede.»
Ana M.